Descubre la Trágica Historia de la Balada de la Cárcel de Reading

Por el momento no traía puesta su túnica escarlata, pues hay sangre y vino tinto y sangre y vino en sus manos en el momento en que lo sorprendieron con la fallecida, la pobre fallecida que amaba a los suyos por ella y de quien. Asesinó en su cama Entre los presos andaba con un miserable traje gris con una gorra en la cabeza, parecía caminar rápido y alegre, pero jamás había visto un hombre que pareciese tan ansioso a la luz del día. los presos llaman al cielo y cada nube que pasaba con sus candelas de plata yo, y otras ánimas en pena, andábamos en otro círculo y pensaba si aquel hombre había hecho algo grande o pequeño, en el momento en que escuché una voz tras mí: > ¡Beato Cristo! Los muros de la prisión parecieron de pronto vagar y el cielo frente a mí como un casco de acero en llamas; Y si bien yo mismo padecía, mi mal no podía sentirlo. lo que amaba, y de ahí que iba a fallecer.Encaprichamiento; el cobarde con un beso, el valeroso Unos matan a su amor en el momento en que son jóvenes, y otros en el momento en que son viejos, unos son estrangulados con manos atroces, otros con manos de oro; los mucho más que tienen piedad utilizan un cuchillo, a fin de que los fallecidos lo enfríen antes. Unos adoran poco, otros bastante, otros venden, otros adquieren, otros matan con muchas lágrimas y otros sin un suspiro: pero si bien todos maten lo que adoran, no es requisito que hallen que todos mueren por él. al notar un día negro no se ponen una soga cerca del cuello, ni un velo sobre la cara, y no cae con los pies por enfrente, por la tierra, al vacío. trata de plañir y en el momento en que trata de rezar, ¿quién observa para no escaparse de la prisión? No todos y cada uno de los hombres se despiertan al amanecer para poder ver gente horrible en su celda, el capellán tembloroso con túnicas blancas y el alcaide negro y reluciente, con la cara amarilla. de la sentencia Cada hombre no se levanta puntualmente para ponerse su ropa sentenciada y algún médico de lengua áspera se regocija y anota cada nuevo servicio inquieto, mientras que digita su reloj su enclenque tictac es exactamente lo mismo que el golpe de un martillo escondido. No todos y cada uno de los hombres sienten esa sed repugnante que anega la garganta de un hombre antes que el verdugo, con sus guantes de trabajo, cruce la puerta acolchada y la sostenga con tres correas de cuero a fin de que su garganta jamás mucho más tenga sed. Desplaza la cabeza para oír el funeral, ni, si bien la angustia de su alma le afirma que no ha muerto, no pasa al lado de su ataúd sendero del horrible potro. , no reza con los labios embarrados a fin de que cese su mal, ni siente el beso de Caifás en su mejilla temblorosa.

“La balada de la prisión de Reading”

En memoria del exsoldado C.T.W. en la Guarda Real a Caballo. Murió en Reading Presidio, Berkshire, el 7 de julio de 1896

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